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El origen y efecto del terror ¿Una necesidad?

Por: Svid Arispe.

A mediados de abril del presente año en una pequeña comunidad de Chiapas, MÉXICO, los pobladores afirmaban la existencia de un hombre lobo cuyo miedo provocó que la gente se organizara con todo tipo de arma en busca del licántropo. A pesar de algunas “pruebas” como videos de aullidos y fotografías donde se ven marcas de garras; los habitantes del poblado fueron tachados como ignorantes al creer más en un monstruo que en el riesgo reciente del coronavirus (COVID-19).


Varios psicólogos afirman que el avistamiento de este licántropo se debe a un síntoma de histeria colectiva provocado por el estrés y pánico al contagio del coronavirus. Así, este virus, siendo existente pero invisible e intangible se convierte en un peligro que necesita ser visible, por lo cual los pobladores le dieron un aspecto físico con la figura de un hombre lobo para afrontar ese miedo.


Este acontecimiento psicosocial resulta curioso porque implica que el terror siempre se ha alimentado de épocas de crisis en todos los aspectos del ser humano y el cine supo cómo reflejarlo. El escritor Román Gubern señala que “los periodos de convulsión o inseguridad social han activado los temores más profundos y atávicos del ser humano y han encontrado su puntual reflejo en la pantalla” (1979: 12) por ejemplo, después de las dos bombas atómicas en Japón se generó una intriga del qué iba a suceder con el entorno, por el cual surge una idea que potencialmente un lagarto pudiera desarrollarse en un enorme monstruo convirtiéndose en una amenaza real; así nace la película Godzilla. Es por ello que los periodos de máximo desarrollo y originalidad del cine de terror corresponden a situaciones sociales traumáticas.


Asimismo, se sugiere que el cine está ligado al terror de manera inherente. Es decir, desde su bautizo en aquel 28 de diciembre de 1895 cuando los hermanos Lumiere proyectaron públicamente “La llegada del tren” recordemos que los primeros espectadores se asustaron pensando que le tren iba a salirse de la pantalla y que los iba a atropellar. Esa primera sensación del miedo se vincula principalmente con el cine.


Ahora bien, el efecto del terror que se produce en el ser humano es un factor también importante en la creación de una obra artística. Lovecraft menciona que el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a los desconocido. Lo familiar, lo cotidiano, lo bello; nos permiten vivir en una aparente normalidad. Sin embargo, en oposición a este mundo apolíneo aparece lo dionisiaco; en términos de Nietzsche. Lo dionisiaco es un mundo de lo excesivo, siniestro y de locura; ajeno a la normalidad. Es así que lo raro asusta por el sólo hecho de no darse a conocer.


Lo conocido y lo desconocido, lo bello y lo siniestro, lo consciente y lo inconsciente. Es decir, que para crear una obra artística tiene que haber un sistema de opuestos que necesariamente estén relacionados entre sí para generar un determinado sentimiento que hace único al arte; en este caso, el cine de terror.


Lo mismo sucede en el espectador dentro de sus psiques pero antes de pasar a ese lado explico brevemente los dos esquemas mentales desde la visión de Nietzsche. EL ELLO; es parte de nuestra psique que busca la satisfacción de los placeres más básicos. EL SUPER YO; es parte también de nuestra psique donde se incorporan las normas morales que rigen en nuestra sociedad. Volviendo al efecto del espectador, Carlos Losilla indica lo siguiente: “eso que el espectador llama terror nace de su enfrentamiento con sus propios deseos o pensamientos reprimidos que proceden del ELLO” (1993: 22) En otras palabras, el espectador intenta mantenerse en los límites de lo moralmente correcto gracias al SUPER YO que le conmina a obviar el mal y la violencia. Sin embargo, por otro lado, no puede evitar sentirse fascinado por todos los acontecimientos que se desarrollan frente a sus ojos, puesto que en realidad provienen de esa parte de sí mismo, el ELLO, que le impulsa inconscientemente a dejarse llevar por cualquier tipo de pasiones por inconcebibles o aberrantes que sean. Un ejemplo claro es cuando una mujer se tapa los ojos con las manos para no mirar los sucesos horrorosos de una película; empero, se deja arrastrar por la emoción del momento y continúa observando a través de sus dedos


De ahí que la tensión generada por el enfrentamiento con esta contradictoria experiencia provoque en el espectador esa mezcla de placer e incomodidad, para terminar en ser convencido de aquellos seres; atribuyéndoles un poco de veracidad.


Es así que una infinidad de monstruos como brujas, fantasmas, zombis u hombres lobos son símbolos de un inconsciente colectivo que alberga en su interior todas las características de lo dionisiaco, emergiendo generalmente a través de manifestaciones artísticas en épocas de caos social.


El terror y la comedia es algo que va cambiando con los tiempos. Ahora mismo hay cineastas preparándose para nuevas películas que toquen todos estos temas de pandemias, cuarentenas y gente aislada. Temas que en realidad ya había antes pero ahora se contarán mucho más con nuevos recursos.


En conclusión, nuestros monstruos inconscientes se materializan en la pantalla en los momentos más oscuros de nuestra vida que pueden servirnos como mecanismo de defensa contra la dura realidad difícil de cambiar. La necesidad de asustarnos por cosas irreales puede ayudarnos a liberar tensiones presas en la vida cotidiana y hacernos olvidar por algunos momentos de las crisis políticas o sociales, enfermedades…en fin, de monstruos más reales y más crueles.


El cine, de terror o no, es reflejo de su época y responde a inquietudes de la sociedad en la que se produce.


Como espectador ¿viste alguna película de terror durante la cuarentena? o ¿te enteraste que el productor Michael Bay lanzará el próximo año una película titula SONGBIRD situada en un mundo donde el COVID-19 mutó (COVID-23) y la pandemia nunca se controló?

FUENTE:

Ø Gubern, R. (1979) Las raíces del miedo. Barcelona: Tusquets editores.

Ø Nietzsche, F. (2006) El origen de la tragedia. México: Porrua.

Ø Losilla, C. (1993) El cine de terror: Una introducción. Barcelona: Paidós Ibérica.

Ø Cansino, C. (2005) Cine de terror: Un poco de miedo, historia y sueños. Rosario: La trama de la comunicación.

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